Tropografías: territorios imaginados: territorios reales. (Hablar con las otras voces)

Alfonso Masó

El espacio público es el aire donde respiramos, es la densidad, la calidad de la opinión construida: aquel espacio intangible que llamamos opinión pública: la gran performancede los medios de comunicación: ellos conforman la única ciudad creíble: la única ciudad que parece existir

Si bien escapar de cuanto nos construye – aun con engaños- se torna imposible, contrarrestar -avocados al autismo absoluto- sería la posibilidad, al alcance humano, de generar horizonte: de quebrar, mínimamente, la muralla que nos acompaña en todo viaje: ciudadanos de primera: blindadas valijas diplomáticas a través de lo inmediato-exótico: siempre lejos de los ojos: loin de yeux , loin de coeur.

Sumido en esta ciencia ficción que habría de ser el venidero siglo XXI, un ser replicante creería, como salvación posible, en un medio de retorno a la contemplación de aquello que rige el designio de nuestros actos: la contemplación de un posible sujeto al que reverterían los mortificantes deseos: imperiosa compulsión de nuestros actos maquinales ya sin memoria del sentido: reconstruir: construir un pensamiento paralelo a la recepción que sea como un filtro no sólo en la acepción de tamiz sino de bebedizo contra el entumecimiento: ir despejando: aclarando visión, posibilitando horizonte: siguiendo hacia detrás el hilo, los hilos que nos programan para aceptar y construir una sola “realidad” . Cercar lo inasumible, ir desmontando críticamente: poner en crisis nuestros propios argumentos: como quien manipula algo que podría destrozarlo. O más correctamente: destrozado ya: manipular hacia atrás desde la intuición, la remota conciencia de que la virtualidad nos juega una partida marcada: de que ese cuerpo conectado a todo tipo de conductos: ese aliento que nos es vital es sólo ficción: disparate mediático. Rasgar velos: alimentar fuerzas inversas.

La densidad humana, la estadística -esa perversa trampa de la igualdad- aleja hasta el infinito aquel tesoro que son las claves de las diferencias: las máquinas deseantes encierran en algún lugar una cualidad olvidada del deseo: en una puerta diferente a la identificada con las iniciales de Utopía: aquel territorio que todos los mapas públicos nos señalan en negro: todo lo desaparecido: se ha ido trastornando sutilmente todo uso de la lógica para hacernos interpretar que utopía es todo lo desaparecido: incluso estos días de angustiosa búsqueda: a medida que van siendo el pasado.

Recrear espacios sería el medio de re-crear la palabra hospitalidad en las zonas saturadas de rechazo . La comunidad de los rechazantes sería la comunidad refractaria a cualquier tipo de luz venida del exterior. De cualquier exterior no preseleccionado por las ondas entrantes.

Viejas nociones de fiesta permanecen alejadas, extrañadas por la homogénea celebración del ruido.

Preparar la fiesta se nutre, necesariamente de la palabra hospitalidad: romper la extrañeza: descender a los signos donde alborozo ve su primera luz en la ruptura deextrañeza.

Hospitalidad es aquella palabra que posibilita el advenimiento, que desbloquea los flujos de memoria y de sentido a través del único canal que sabotea las ondas mediáticas: el afecto real. Hospitalidad son los cauces de abandonar el ensimismado conocimiento : el peso de la fatuidad que llamamos conocimiento; abandonado en los rastrojos y en los vientos por si la humildad nos encontrara y nos recibiera sin el recelo que nos es propio. Los indestructibles altares de la petulancia se acallan con la postergada humildad donde se abre la realidad de otros mundos que no intentan ser únicos, pero tampoco desaparecer de ellos mismos.

Nosotros llamamos poesía a cierta naturalidad, cierta magia, cierta precisión en la sencillez del lenguaje en el momento en que intenta ser canto: hablar con las otras voces : con las cadencias que acompañan el encuentro de lo que muestra el pasado: las palabras que abren: el corazón, las paredes: lo que permanece en silencio: lo que después nos acompaña como eco y un poco llave de aquel mundo de que es parte.

Quedar en el aire o en los caminos: material efímero para convocar encuentros: para iniciar otros juegos.