“El dolor del exilio es mi herencia, y el cine es mi arma para apaciguarla”
Yamina Benguigui
Garbage´s Garden…. Allá en el fondo las longevas luminarias.
Suena la clave de una música, y comienza a llover. Fuera el viento mueve la copa de los árboles. Caminas a cortos pasos, pisas la suavidad del polvo blanco ennegrecido por el uso. Te complace pensarte sola y contar sin palabras lo que estás adivinando, pero no lo estás, y regresas de acuerdo al propósito de usar el verbo. Adviertes, entre conversaciones y juguetonas siluetas, la presencia oscilante de un movimiento que enseguida, y de la forma más sencilla y natural, requiere la atención de todos y todas. Y entonces, un rastro humano, recodo de abrazos y amante de una espera sin condición, (siempre hay una condición, no esperar nada también lo es), ofrece su sentido ser, allí, donde tanto abismo se abre. Emocionado, apenas sin decir palabras, comparte su tejido creativo a orillas de lo vital, poniendo en los ojos del otro/a, su proyecto de darse forma a sí mismo. Confía en el desahogo de un existir discontinuo y perecedero, expuesto a la intemperie, cuyos bordes apuntalan todo lo que ha pasado y todo lo que no llegó a darse. Y nos sugiere habitar ese modo de ser sujeto, que navega en la multitud tomando el pulso a las pequeñas historias de nuestro diario vivir.
Algo ocurre tras la sincronicidad de esos pasos, llamados a adentrarse y retirarse a tientas sobre un pequeño armazón , que, a modo de oráculo, circundaba nuestras pisadas a un tiempo de asomar y de proteger a la vez el danzante acontecer; como un conjunto de músicos a la espera de su señal en torno de un acontecimiento vibrante, que nos brinda generosamente tomar decisiones sobre lo que deseamos ver. Leer en su forma y en su color nos convida a dar a conocer nuestro deseo de recibir. Nos permitimos presumir de gestos y onomatopeyas, que entran a concurso en un pase cinematográfico de ceños, cejas, ojos y comisuras de labios, dibujados en el mismo mapa corporal, y que contornean una suave sonrisa, dispuesta a seguir recibiendo .Embriagados/as de la magia de lucíferas curvas, de nosotros/as depende que sigamos en esa actitud de aceptación de eso que parece saber exactamente lo que precisamos.
Momentos antes acompañas el juego, mientras bajamos el sendero y hablamos. El cielo teñido de gris metal enfría las huellas de otros pasos sobre la hierba mojada. Risas y paisaje sostienen la espera. Aceleras el paso, rozada de vértigo, sin saber que, cerca de aquí, te espera la calma de un mar nacarado, brillante y cálido, cálido y gélido como los grandes mares. Será como dar un paseo y encontrar en su arena murmullos de caracolas escondidas, que amarran su secreto en el agujero más profundo. Y el mensaje, que ha estado esperando con discreción exquisita, se presenta, latiendo afectos.
Ocurre entonces un inmenso regalo para los dedos, dedos de extraños y conocidos, que muy lentamente, y arrimados a la superficie de la piel piedra, pasean haciendo cola en un mercado de sentidos, a la espera de su liturgia con el roce. Índice, pulgar o corazón, todos ellos intrigados exploradores, afanados en la búsqueda de una joya o prebenda única. Eran como devotos corredores, entregados a las pasiones de una cultura, que ha dado y sigue dando, prácticas de autoridad complaciente con la creación individual, (fetichizando el objeto artístico). No es fácil escapar del memorable peso de la historia. Y nuestro encuentro, tímidamente público, y frágil en su urgencia de darse , regula una concesión adoctrinada en la validez de un hecho que, cuerpo a cuerpo, nos presupone como observadores/as de un dominio idealizado e instruido. Y vemos que importa entonces cuestionar nuestra promesa de abrir los ojos, ya que podemos albergar en ella la banalización de lo trascendental y lo normativo.
Este reto no resulta simple, ya que dejar de hablar legitimando será un planteamiento que carece de consecuencias si mantenemos domesticada nuestra resistencia. La primera regla de ésta coyuntura de semejanzas y diferencias será preservarnos de este cobijo de autoridad estéril y de verdades a medias. No obstante, encaminar nuestras inquietudes hacia la problematicidad de nuestras propias hogueras, dejando si se quiere, tal vez, las heridas abiertas, puede, que no deje de parecer una justificación de quién escribe, y se descubre, presa de su propia contradicción, buscando el beneplácito, de formas discursivas, en un intento por redimir, su propia otredad . Suerte que la soledad de la creación en la vorágine de los tiempos que corren, puede resultar tan demoledora, que ésta se busca a sí misma fuera de los viejos caminos del individualismo y el saber amo. Y nos ofrece otros designios, con los que traspasar lo inventado, y hundir sus raíces, en la necesidad de generar, vínculos sociales, éticos, políticos y afectivos, con los que constituir y compartir una acción colectiva. Somos conscientes entonces, de que sólo, arrastrando el pensamiento de lo que ya somos, rasgaremos esa magia, y la experimentaremos aún a riesgo de nuestras propias pulsiones, invitándola a jugar con nuestras vidas y compartiendo mutuamente apertura.
Bailan unas manos, lo hacen vacías , sobre abruptas esquinas bailan para ti. Luego desaparecen…. Y lo hacen bajo la suave frescura del animal dormido, donde crecen los nudos de un gozo común, que nos acerca a la placidez del espejo y a nuestro deseo de quedarnos. Pero la mirada furtiva, afilada, se agita en la idea de compartir el mismo espacio de territorio inexplorado, y busca refugio en la voz, y entonces, la palabra vuelve, pero lo hace enredada.
Y te detienes…Dejas el sigilo de aquéllos dedos ligeros sabiendo que, a la vuelta, los encontrarás en la misma agitación, y buscas tu vecindad de carne y hueso. Los lazos amorosos y sus escurridizos pasadizos te encuentran un atajo. Y la materia pregunta, tragada por una emoción en la que el tiempo cuenta, conversa con la vida, y a pequeños sorbos, empapa sus estrechas callejuelas arremolinadas. Y exhalas un sudor embriagador de manos, las tuyas, que exploran con hambre de agujeros, en busca de un útero incrustado, que oficia la venta o el paraíso, de un blanco sanador. Y así es, se ofrece en medio de otras calles, de otros rostros, de otras esquinas también abruptas; y no puedes, arrancar la mirada, del movimiento largo y apasionado, que sostiene cada lugar. Vence el sueño y el cansancio, disfrutando de la ternura que lo rodea. Aliviada te agarras a él. Y retienes un almíbar de esperanza inquietante que se te derrama en el ánimo de … abrigar un deseo reteniendo un acto (Natividad Corral). El objeto se hace imagen, y la imagen se hace posible, y asume un espacio por el que desdibujarse. Trenzados ella y tú, en un lugar ya propio, adquiere un valor imborrable .
Y nos pensamos en un espacio suspendido. Navegaremos a la deriva, tocando la imagen en su compromiso de intercambio creativo con los/as otros/as, desde un interruptor. Fuera del suntuoso y agotado negocio del arte institucionalizado y mercantil. Hacia una espera emancipadora que nos incluye en las raíces de tal debate. Somos libres de aceptar este proceso dinámico, y de sumergirnos, en el goce que genera, el fantasma de la imagen en la pantalla y su posibilidad de travesía. Pero de algo no hay duda, desde nuestras habitaciones para mirar, (Remedios Zafra) la intimidad de una piedra, puede seguir ofreciéndonos al mismo tiempo, el rumor complaciente de alfabetos lejanos y transcribir a la vez, ávida de caricias, historias ya contadas, en las que mirarnos. Historias narradas a cincel del encuentro con el otro , dónde lo pensable habita como ceremonia nómada y se reubica en descubrimiento de otros seres a quiénes no vemos, pero con los y las que compartimos, puede que, desde la soledad de nuestros propios exilios, el deseo de seguir soñando.
En el suceso de viajar con las palabras y el papel, me asomo pellizcando instantes que se dibujan hospedados en el transcurrir de días cargados de mucho movimiento repentino. Intentando ser precisa siendo dispersa, en la misión de vivir la hermosa y generosa dificultad de compartir junto con otros y otras la decisión de no hacer único el acto de generar implicación y participación. Convencida de que el acompañamiento de otras lecturas harán posible, un lugar propio. Un lugar de vida un poco más democrática y solidaria . Sin perder de vista que en ésta aventura de darnos a los/as demás nos abrigan también otras prácticas inscritas, en devenires imprevisibles constructoras de nuestro tejido vital igualmente de valiosas y de necesarias, sin las cuáles, no se sustentaría todo lo anterior. Y que despiertan, nuestro calor humano, a través del goce de una risas, del delirio de una mesa colmada de cariño, o del placer de un domingo silbado… dónde, el acontecimiento con el otro y con la otra, inaugura, signos del mero existir que, sostienen nuestro compromiso con la vida y con aquéllos/as con quiénes la compartimos…