Contraexilios

wozu Dichter in dürftiger Zeit

para qué poetas en tiempos de miseria

Hölderlin

¿Para qué poetas en tiempos de miseria?, se preguntaba Hölderlin en el fragmento 7 de su famosa elegía Pan y vino. ¿Para qué poetas en tiempos de miseria, en tiempos de penuria, en tiempos precarios o en tiempos de crisis?, que con todas estas variantes sinonímicas se ha traducido el verso del gran poeta alemán, cuya elegía está fechada entre 1900 y 1901, es decir, en la bisagra misma entre los siglos XIX y XX, pero que perfectamente puede repetirse aquí en pleno siglo XXI ya, en estos tiempos convulsos que estamos viviendo y que no en vano han sido calificados como los años de la gran crisis. “Entretanto, a veces se me ocurre / que es mejor dormir que vivir sin compañeros / y en constante espera”, escribió Hölderlin antes de espetar sus fatídicas preguntas: “¿Qué hacer hasta ese día futuro? / ¿Qué decir? No lo sé. ¿Para qué poetas en tiempos de miseria?”

Pues, en esta segunda década del siglo XXI, nosotros entendemos que la poesía es más necesaria que nunca, entre otras cosas, para conservar la dignidad del género humano. Vivimos un momento en el que casi todas las opciones poéticas están presentes, desde las clásicas, como la mística, la romántica o la tradicional, hasta las modernas, como la vanguardista, la narrativa o la popular, pero hay una, sobre todas ellas, que es la que hoy más nos interesa –al menos a quienes aquí nos reunimos–, que es la poética del compromiso, la que conecta con lo mejor de una tradición poética española que viene de antes incluso de la guerra civil, como puede muy bien comprobarse consultando el interesante libro de Juan Cano Ballesta La poesía española entre pureza y revolución (1920-1936), y que enlaza con la llamada poesía social surgida en pleno franquismo y cuyos máximos exponentes fueron sin duda Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro. ¿Quién de nosotros no se ha emocionado con los celayianos versos de La poesía es un arma cargada de futuro cantados por Paco Ibáñez?:

Poesía para el pobre, poesía necesaria

como el pan de cada día,

como el aire que exigimos trece veces por minuto,

para ser y, en tanto somos, dar un sí que glorifica.

 

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan

decir que somos quien somos,

nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

Estamos tocando fondo.

 

Maldigo la poesía concebida como un lujo

cultural por los neutrales

que lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.”

Y bien, hasta mancharse toma partido Alfonso Masó en el libro que hoy presentamos. Hasta mancharse, sí, como quería, pedía y hacía Gabriel Celaya, valiéndose para sus fines de la entonces llamada poética social sin abandonar por ello en absoluto –al igual que Otero, Hierro y algunos más de sus coetáneos, o más recientemente, y sin ir más lejos, nuestro añorado Javier Egea– el cultivo de la métrica y el verso clásico en muchos de sus poemas. Al otro lado del Atlántico, sin embargo, aun sin haber abandonado tampoco el respeto por las formas, hay una tradición poética que pone el énfasis en el contenido más que en el plano de la expresión. Éste es el caso, por ejemplo, del chileno Nicanor Parra con sus originales antipoemas, o el del argentino Juan Gelman con su poética de auténtico compromiso social, que bien caro pagó en las carnes de su propia familia por la criminal represión de la dictadura militar. Un compromiso que no en balde le llevó a afirmar que “Toda poesía es hostil al capitalismo”, como escribió en un bello poema que, en este país, en este momento de nuestra historia y en un acto como el de hoy, en el que presentamos en público un libro de poemas de alguien que se define a sí mismo como “artivista”, no puede ser, a mi juicio, más oportuno. A mí, al menos, me viene como anillo al dedo (y nunca mejor dicho, dado que jamás he llevado otro que no fuera la alianza que me une a Reyes), como comprobaréis a continuación, para enlazar así con la pregunta de Hölderlin con la que iniciaba antes mi intervención: “Toda poesía es hostil al capitalismo (,) / puede volverse seca y dura (,) pero no / porque sea pobre (,) sino / para no contribuir a la riqueza oficial”, rezan los cuatro primeros versos del poema que Gelman incluyó con el número (romano) XCI (91) en su libro Cólera buey y que muy bien podría ser considerado como su particular poética militante, como se desprende de su final: “…poetas de hoy (,) / poetas de este tiempo / nos separaron de la grey (,) no sé qué será de nosotros (,) / conservadores comunistas apolíticos (,) cuando / suceda lo que sucederá (,) pero / toda poesía es hostil al capitalismo”. (Qué gracioso y contradictorio suena, y perdonad el inciso, lo de “conservadores comunistas apolíticos”, ¿verdad?)

Alfonso Masó, que está acostumbrado a mancharse no sólo las manos, sino hasta el pelo y los zapatos trabajando todo tipo de materia para transformarla en arte, decidió, durante unos días del último verano, cambiar el cincel y el alabastro –al que, por cierto, sabe tratar con un mimo y una delicadeza que muy pocos otros escultores son capaces de alcanzar– por la pluma y el papel, o el teclado y el ordenador, que para el caso vienen a cumplir idéntica función, para ofrecernos este su primer libro de poemas (que, en realidad, no es el primero que publica, sino tan sólo el primero que aparece con su nombre, después de firmar en 2005 Los colores de la tierra con el heterónimo de Safi Coulibaly). Un libro en el que, al igual que Juan Gelman en Toda poesía es hostil al capitalismo y en muchísimos otros de sus combatientes poemas, el autor también elude la puntuación en su poesía, pero donde, desde el mismo título ya (que no puede ser más elocuente: Contraexilios) y hasta los dos últimos versos del último poema (“y los asesinos se han negado / a llorar”) mantiene permanentemente en pie su preocupación por el lenguaje y el ritmo, en cuanto a la estética literaria, y, sobre todo, su compromiso social y político en cuanto a la ética del contenido.

Planeada y desarrollada como una especie de diario entre dos fechas del calendario veraniego del pasado año, al ver ahora la luz en la colección “De puños y letras”, de la editorial Atrapasueños, y transformarse así en una obra de dominio público, Contraexilios deja de ser ya el arma cargada de futuro concebida por su autor para convertirse en un arma cargada de presente a disposición de todos nosotros. Un arma salida del taller personal de Alfonso Masó, tan excelentemente dibujado por el autor en el poema titulado Anuncio, fechado el día 2 de julio:

Este es un taller de reparaciones

ambulante

con sólo un lápiz

y una hoja de papel

 

Un taller de repatriaciones

de lo que fue extrañado

de los humildes paraísos

terrestres

 

Se acogen palabras despreciadas

sin reconocidas referencias

el tratamiento no es del todo indoloro

pero prometemos escuchar

y permanecer a su lado”

En otro precioso poema de Juan Gelman titulado “Sobre la poesía”, donde cuenta la historia del tío juan, que se murió de hambre y, además de parecer un pajarito, les dio el día con su pío-pío a los funcionarios de la municipalidad que se encargaron de su entierro, el poeta argentino vuelve a mostrar su irónico pesimismo respecto a la actualidad de la poesía y los poetas:

Volviendo a la poesía [escribe]

los poetas ahora la pasan bastante mal

nadie los lee mucho

esos nadie son pocos

el oficio perdió prestigio

para un poeta es cada día más difícil

conseguir el amor de una muchacha

ser candidato a presidente

que algún almacenero le fíe

que un guerrero haga hazañas para que él las cante

que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro

y nadie sabe si eso ocurre porque se terminaron las muchachas

los almaceneros

los guerreros

los reyes

o simplemente los poetas

o pasaron las dos cosas y es inútil

romperse la cabeza pensando en la cuestión

lo lindo es saber que uno puede cantar pío-pío

en las más raras circunstancias

tío juan después de muerto

yo ahora para que me quieras”.

Para que lo queramos decidió quizás publicar Contraexilios Alfonso Masó. Y cómo no quererlo al leer en las páginas de su diario poético versos de tan rabiosa actualidad como los de los de las siguientes estrofas entresacadas de diferentes poemas. Escuchad, por favor, y juzgad por vosotros mismos:

“Tarea imposible salvar a alguien

con algo menos que un poema

cuando las máscaras antigases

protegen sólo a los más afortunados

y los días de paso transcurren

sin tropiezos dignos de mención”

(Extraño, 12 de julio, p. 33)

“Contra el don de la palabra

vana, huidiza, cínica,

altanera o perdida

brillante y cobarde

acusadora y frívola

Contra los exilios

que genera la vergüenza

de estar vivos

sólo a medias”

(Contra el don de cegarnos, 16 de julio, p. 39)

 

“Hasta aquí hemos llegado

de hoy no pasa

dijiste por fin

en el lecho de muerte

Un poco tarde quizá

antes de tiempo quizá

las palabras oportunas

en el más allá”

(Vuelven las fechas y las flechas no saben descansar, ni siquiera en los muros uniendo corazones, 18 de julio, p. 45)

 

“Y si alguien diera

una moneda

por nuestros pensamientos

y sonara

en el agua de un pozo

sin fondo

Y si volvieran las ratas

a ocupar las ciudades

y nadie recordara

la música”

(Y si cada día le diéramos el don, 20 de julio, p. 49)

 

La violenta puerta del silencio

golpea desolada

al capricho del viento

Ni un temblor sacude

las estatuas

de cruda carne

ni escupe las preguntas

a la esfinge que ladra

ni al espejo

sin sonido

donde una pareja

de plástico

dorado

baila y baila

La calle discurre

como una pendiente

interminable

colmada de ausentes

Un mimo en una esquina

dispara una flor

y en otra un tanque

vocifera

mermelada de sangre

Un puesto de helados tibios

más abajo

calma la sed

y cicatriza

las sílabas

a punto de romper

el hechizo”

(La violenta puerta del silencio, 22 de julio, p. 51)

 

Ni un día más de paz adormecida

mientras las liendres

que han de devorarte

engordan en los confesionarios

con dos avemarías

y un consensuado credo

Ni un día más de paz adormecida

mientras galopan los perros

mientras galopan

los perros drones

cosedores de párpados”

(Ni un día más de paz adormecida, 8 de agosto, p. 83)

 

Y por fin:

 

“Hoy has llorado

como lloran las ballenas

bajo el agua del mar

y los sauces solitarios

en las noches de viento

bajo la tierra el rostro

por sentir las raíces

abrazarse

y estar cerca

y estar cerca

Hoy has llorado

escondido y lento

negándote a saber

el porqué de las lágrimas

buscando quizá sólo

ser parte de donde nace

el agua”

(Hoy has llorado como lloran las ballenas, 14 de agosto, p. 91)

 

Así es la poesía de Alfonso Masó, a quien el amor a la palabra y los versos le viene de familia, no en vano es hijo de Salustiano Masó, autodidacta, traductor de prestigio y poeta de categoría excepcional, con un total de 22 libros de poemas publicados y un sinfín de premios obtenidos, entre ellos algunos tan importantes como el premio Guipúzcoa, el Ciudad de Irún, el Ciudad de Badajoz y el Ciudad de Cáceres, además del accésit del Adonais, nada menos que por dos veces. De casta le viene, pues, a este “artivista”, es decir, inconformista y veterano luchador desde el arte, y ahora también desde la poesía, contra la injusticia del mundo que nos ha tocado vivir.

No quiero concluir sin recordar aquí las palabras que el pasado año tuve oportunidad de escuchar de labios del profesor Manuel Ángel Vázquez Medel, catedrático de Literatura de aquella Universidad, académico correspondiente de la Academia de Buenas Letras de Granada y, sobre todo, extraordinaria persona y entrañable amigo, durante el pregón que pronunció en la capital hispalense con motivo del Día Mundial de la Poesía. Porque, al igual que entonces a él los poemas de Hölderlin, Gabriel Celaya, Blas de Otero, José Ángel Valente y Antonio Carvajal, con la obra de Alfonso Masó que hoy presentamos yo he podido apreciar “la vigencia de la poesía, de la palabra creadora, en uno de los momentos más duros, más siniestros, más oscuros, de las últimas décadas”. Y lo hago hoy, como Vázquez Medel entonces, “no con el propósito de evadirnos, sino con el de afrontar con valentía, con determinación, y hasta con esperanza e ilusión, el reto más grande que se haya planteado a una generación en la historia de la Humanidad: impulsar otras formas de pensar, otras formas de sentir, otras formas de actuar para transformar radicalmente –esto es: desde su propia raíz– el mundo (el mundo inmundo) en el que vivimos”. Y con personas como Alfonso Masó, la transformación de ese mundo inhumano en el que estamos actualmente inmersos podrá ser mucho más fácil de conseguir.

Os dejo ya, pues, con él. Muchas gracias.